Creo firmemente que, si no superamos nuestro miedo al fracaso, nunca podremos alcanzar el verdadero éxito como emprendedores. Imagina vivir cada día con estrés y temor a fracasar y decepcionar, sintiéndote como un impostor…
Esta constante presión no solo te impedirá disfrutar del proceso, sino que también limitará tu máximo potencial.
¿Qué sentido tiene emprender si no puedes disfrutar y aprender de la experiencia?
Quizás ahora no te veas bloqueado al enfrentarte a nuevos retos, pero te pregunto: ¿Realmente sientes tu mente liberada del miedo y la inseguridad para emprender con confianza y dar lo mejor de ti?
Muchos de los emprendedores más exitosos han fracasado una y otra vez antes de lograr el éxito. Por ejemplo Henry Ford, fundo dos empresas automotrices que fracasaron antes de crear la Ford Motor Company.
Michael Jordan, uno de los mejores jugadores de baloncesto de todos los tiempos, dijo: "He fallado una y otra vez en mi vida, y por eso he tenido éxito”.
Como decía Winston Churchill "El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo." -
Hoy vamos a explorar cómo estos fracasos no solo son inevitables, sino necesarios. El fracaso es una parte esencial del proceso de aprendizaje y crecimiento. Sin enfrentar y superar nuestros miedos, nunca podremos alcanzar nuestro máximo potencial. En mi caso, a pesar de terminar en quiebra a los 33 años, logré recuperarme, sanear mis finanzas y volver a emprender y construir un negocio rentable.
Pero esto no ha sido nada fácil, he necesitado varios años hasta descubrir mi capacidad de superarme ante una situación así y liberarme del miedo. Aprendi a asociar acontecimiento snegativos con positivos. Con esto no estoy diciendo que volvería a pasar por lo mismo pero si que me ayudo a reconocer mis habilidades para ganar dinero y mi capacidad antes situaciones difíciles y de incertidumbre. Hasta ese momento valoraba mi autoestima en función de mi cuanta bancario, títulos o logros.
Imagina poder enfrentar cualquier desafío con confianza, sabiendo que cada caída es una oportunidad para levantarte más fuerte. Imagina poder surfear las olas de la incertidumbre con la misma gracia y resiliencia que un surfista en el océano. Jeff Bezos compartió un marco poderoso para tomar decisiones trascendentales llamado el "Marco de Minimización de Arrepentimientos". Al considerar si debía iniciar Amazon, se proyectó a sí mismo a los 80 años y se preguntó: "¿Me arrepentiré de no haber intentado esto?" Se dio cuenta de que no se arrepentiría de fallar, pero sí de no haberlo intentado. Esta perspectiva hizo que su decisión de dejar un trabajo seguro y comenzar una librería en línea fuera mucho más fácil, porque priorizó minimizar los arrepentimientos futuros sobre los miedos a corto plazo.
Te animo a que apliques esta idea en tu camino emprendedor: imagina que te encuentras décadas en el futuro. ¿Mirarás atrás y te arrepentirás de no haber aprovechado la oportunidad para perseguir tus sueños?
Esta mentalidad puede ayudarte a superar el miedo y aprovechar las oportunidades que se alinean con tus objetivos y valores a largo plazo.
La Falta de Educación en el Emprendimiento
Una de las mayores barreras que enfrentamos como emprendedores es la falta de educación adecuada.
Además solemos rodearnos de personas que nunca han emprendido y suelen tener ideas preconcebidas sobre las ventajas o inconvenientes de tomar esta decisión. Es raro encontrar familias con antecedentes de emprendedores, lo que contribuye a creencias erróneas y a la falta de conciencia sobre el emprendimiento.
En nuestro sistema educativo, rara vez se enseña cómo emprender, y menos en la universidad. Puedes ser arquitecto y saber todo sobre tu profesión, pero si quieres ir por tu cuenta y crear tu propio estudio, ¿sabrías cómo gestionar un negocio o cómo enfrentar los desafíos que conlleva ser tu propio jefe?
En Internet leo mucho sobre cómo empezar a emprender, pero leo poco sobre cómo levantarse de un negocio fallido, reinventarse y volver a montar otro. En nuestro país, pasar por la etapa del "fracaso" es algo que no se le desea ni a tu peor enemigo.
Me motiva ver a jóvenes emprendedores hablando de cómo consiguieron su primer millón, pero ¿y si mi objetivo no es conseguir un millón ni montar una gran empresa? ¿Y si mi mayor éxito como emprendedor es otro? Cuanto más grande es tu foco, mayores serán tus responsabilidades. ¿Y si yo no quiero eso?
Recuerdo a un emprendedor en una entrevista decir: "El verdadero éxito no está en el dinero que ganas, sino en el impacto que generas." Creo que volvemos otra vez a la validación externa y no conectamos realmente con nuestro verdadero potencial. Puede inspirarte ver cómo puedes ganar un millón, pero no debería ser tu objetivo. Transformar la vida de tu entorno, de tu comunidad, sea grande o pequeña, es un objetivo mucho más significativo y creo que está más alineado con los valores y la pureza de lo que significa ser emprendedor. Como dijo Steve Jobs: "Ser el hombre más rico del cementerio no me importa...
En tu caso ¿Cómo percibes el concepto de autónomo o emprendedor? ¿Lo ves como una oportunidad emocionante o como un riesgo que da miedo? Reflexiona sobre esto: ¿En qué se basa tu experiencia para poder definir este concepto?
No se trata solo de buscar de alcanzar grandes cifras, sino de crear un impacto genuino y duradero.
La verdadera medida del éxito es cómo tu emprendimiento transforma la vida de las personas a tu alrededor. Por eso, creo firmemente que debemos redefinir nuestros objetivos y buscar un propósito más profundo en nuestras iniciativas empresariales.
El entorno tiende a no fomentar el emprendimiento, sino a incentivar trabajar en grandes empresas o aprobar oposiciones. Este enfoque prioriza la seguridad y la validación externa, dejando en segundo plano los valores y el propósito personal. No estoy diciendo que no se pueda trabajar en una gran empresa o para el estado y ofrecer un trabajo excelente y con propósito. Estos roles son esenciales para la calidad de vida que tenemos y podemos encontrar ese equilibrio. Pero defiendo que ser autónomo frente a trabajar por cuenta ajena es un concepto que necesita ser reevaluado.
Es fácil que nuestro entorno más cercano y nosotros mismos caigamos en el error mortal para nuestro crecimiento emprendedor. Una ilusión superficial de caer en la trampa de validarnos en función del prestigio de una marca, un prestigio que tiene tanta fuerza que incluso nuestros padres y nuestro entorno caen rendidos a esta persuasión inconsciente de validación.
Puede parecer obvio pensar que valemos en función de estas siglas, como si nosotros hubiésemos construido ese prestigio. Sin embargo, la realidad es muy diferente: siempre seremos prescindibles para esas empresas, sin importar cuán alto lleguemos o cuánto sacrifiquemos. Esta dependencia de una identidad profesional atada a una marca es una barrera que debemos superar para reconocer nuestro verdadero valor y potencial como emprendedores. Y esto es un desafío incomodo que no todos están dispuestos a transitar.
Como decía Carl Jung: "Hasta que no hagas consciente lo inconsciente, dirigirá tu vida y lo llamarás destino."
Estoy convencida de que las competencias son más importantes que los títulos. No necesitamos que ninguna institución nos valide como personas; lo que realmente necesitamos es desarrollar nuestras habilidades y capacidades.
Me encanta un frase de Reid Hoffman, cofundador de LinkedIn que para mi refleja que rendirse a la incertidumbre es es el mejor antídoto para el éxito: ”Todo emprendedor está saltando de un acantilado y construyendo un avión en el camino hacia abajo." Si nunca has emprendido o llevas poco tiempo haciéndolo, entiende que el emprendimiento es un camino lleno de retos y aprendizajes que, aunque incierto, tiene el potencial de transformar tu vida de maneras inimaginables.
Mi Historia Personal
Desde el principio, mi carácter determinante y pasional ha sido fundamental para que mi entorno terminara aceptando y apoyando mi decisión de emprender. Sin embargo, esto no significa que no sintiera la presión colectiva o la mía propia. Desconocía completamente lo que realmente significaba ser emprendedora o empresaria, y mi afán por complacer a todos me impedía aceptar el fracaso o asumir la responsabilidad de las consecuencias de mis malas decisiones.
En mi fuero interno, siempre he tenido el deseo de emprender, aunque al principio no era del todo consciente. Estudié publicidad con la convicción de que esos conocimientos serían fundamentales para el éxito de mi negocio. Desde el principio, supe que las grandes empresas no eran mi objetivo; en cambio, siempre me sentí atraída por los pequeños negocios, donde podía comprender sus dinámicas y formas de trabajo. Me encantaba su esencia de “aquí hay que hacer de todo”.
Mientras colaboraba en pequeños proyectos acorde a mi experiencia y habilidades, la necesidad de crear mi propio proyecto se hizo cada vez más fuerte. En cuanto encontré una idea que resonaba conmigo, me lancé sin dudarlo. Lo que no sabía en ese momento era que mis enormes ganas y aspiraciones hicieron que mi pasión arrolladora me impulsara a desarrollar un proyecto mucho más grande que mis conocimientos, experiencia y habilidades de liderazgo. Era el principio de una muerte anunciada.
Recuerdo claramente el momento en que tomé la decisión. Tenía 25 años, era joven y llena de idealismo, con ganas de cambiar cómo se hacían las cosas. Aunque tenía miedos e incertidumbres, mi deseo de crear el proyecto me cegó con tal optimismo. Nadie me iba a parar hasta conseguir mi objetivo. Era un proyecto innovador, sin referentes en el mercado en España ¿porque será….? Jah, y ni siquiera era consciente de que estaba montando una startup. Fue el inicio de un desafío enorme.
Inicialmente, alquilé un almacén en el norte de Alcobendas y enfoqué el negocio 100% online. Usé un sistema más complejo que la venta tradicional, ya que mi empresa estaba enfocada en la economía circular en moda, es decir, en enviar la prenda y recibirla de vuelta. Esto significaba un control logístico, de reparación y gestión de clientes que era todo un desafío.
Además, empecé todo al revés. En vez de validar inicialmente el producto, hice justo lo que ahora recomiendo no hacer nunca: empecé con la premisa “más es más”. Tenía que demostrar mi poderío desde el inicio. Estaba introduciendo un nuevo hábito de consumo en un país de fast fashion y no podía entrar en el mercado con pocos productos. Llegué a acuerdos con marcas nacionales e internacionales de ropa de lujo para eventos como Halston, Diane Von Furstenberg, Elisabeth Cole, Duyos, Anton Heunis, entre otros, para ofrecer sus productos en alquiler desde mi plataforma. Al mismo tiempo, empecé a reforzar la imagen de marca con una estrategia de comunicación enfocada en la difusión y el branding. Así como aparecer en medios y crear mi primer showroom. Todo esto mientras atendía los pedidos, gestionaba a las clientas y desarrollaba la idea. Trabajaba más de 14 horas al día de lunes a domingo.
Pero después de 8 años, habiendo montado y desarrollado mi primer negocio en Madrid, tuve que tomar la difícil decisión de cerrarlo. Comunicar esta triste noticia al equipo y socios fue uno de los momentos más duros de mi vida, pero ya no podía más. El negocio me había consumido por dentro. Se había convertido en una relación tóxica que solo nos daba estrés, insatisfacción y soledad.
Emprender también puede ser una cárcel. En mi caso, yo misma me construí esta prisión desde mi libertad de elección. Me lancé sin conocer, sin la preparación necesaria, impulsada por la presión de demostrar a los demás que podía tener éxito. Solo pensaba en resultados, facturación, dinero y más dinero. Mi día a día se convirtió en una lucha constante por pagar créditos y apagar incendios.
Como dijo Sheryl Sandberg: "El verdadero desafío no es superar los obstáculos, sino superarnos a nosotros mismos." Yo fui mi propia carcelera porque quise. Me dejé atrapar por la obsesión de alcanzar lo que creía que debía ser, de demostrar algo a los demás. Perdí de vista lo más importante: mi bienestar, mi satisfacción personal y mi propósito auténtico.
Reconocer que estaba atrapada en esta dinámica fue el primer paso para liberarme. Decidí dejarlo todo e irme a vivir a Galicia, a Costa da Morte. Necesitaba un cambio radical de entorno y de vida para volver a conectar conmigo misma.
Fue en ese momento de introspección y conexión cuando el surf entró en mi vida. El surf se convirtió en mi canal para superar el duelo de la pérdida de mi negocio, para sanar, para coger fuerzas y para reconectar con mi alma emprendedora.
El acto de enfrentarse al mar, de aceptar sus desafíos y aprender a fluir con él, me dio una perspectiva espiritual y profunda sobre mi situación. El surf me enseñó a caer y levantarme, a mantener el equilibrio en medio de la incertidumbre. Esta experiencia me ofrecía más de lo que yo aún le había ofrecido. Me recordó que, al igual que en el emprendimiento, no siempre podemos controlar las circunstancias externas. Las olas, como los desafíos empresariales, son impredecibles. A veces son suaves y manejables, otras veces son grandes y amenazantes. Lo importante es cómo respondemos a ellas, cómo nos adaptamos y seguimos adelante.
La conexión espiritual que encontré en el surf fue fundamental para mi proceso de transición. Pasé de verme como una fracasada a verme como una mujer fuerte, con valores, lista para volver a intentarlo. Sentí que el surf me daba alegría, me ayudaba a superarme y me ofrecía un camino de crecimiento personal y profesional. Esta experiencia me enseñó que, al igual que en el mar, en los negocios también podemos encontrar la fuerza para levantarnos y seguir adelante.
Como dijo Nelson Mandela: "El mayor triunfo no es nunca caer, sino levantarse siempre." Así, como en el surf, ahora estoy lista para enfrentarme a cualquier desafío que venga, con resiliencia, pasión y una profunda conexión con mi verdadero yo.
Reflexión: La clave para superar el miedo al fracaso es cambiar nuestra perspectiva. Cada fracaso es una oportunidad para aprender y mejorar. Como decía Henry Ford: "El fracaso es simplemente la oportunidad de comenzar de nuevo, esta vez de manera más inteligente."
Creer que no somos lo suficientemente buenos o que no tenemos lo necesario para ser exitosos puede sabotear nuestros esfuerzos. Cuando eres emprendedor por vocación, por muy mal que te haya podido salir la primera vez, algo dentro de ti te obliga a seguir pensando en innovar, en crear, en volver a surfear la ola. Después de un negocio fallido, retomar la confianza y volver a emprender es una fase de superación brutal que te hace ser mejor emprendedor. Los emprendedores somos optimistas por naturaleza, perseverantes y flexibles.
En mi caso no tuve verdaderamente clara mi vocación emprendedora hasta que superé mi fracaso empresarial.
Errores que nunca te recomendaría cometer:
- Invertir sin validar: Inicialmente invertí en una idea sin validarla previamente. No creé un modelo lean debido a mi desconocimiento sobre cómo desarrollar un negocio de estas características. Mi recomendación es siempre validar tu propuesta de valor antes de apostar todo a una idea.
- Empezar la casa por el tejado: Comencé con una plataforma online y con un showroom físico sin validar el concepto primero. Trabajé más de 14 horas al día, de lunes a domingo, sin saber si la idea iba a conectar con las mujeres españolas. La ignorancia es atrevida, nunca mejor dicho.
- No hacer un estudio de mercado: El consumidor de moda en España tiene muy poca cultura en moda. A diferencia de los americanos, aquí nos han educado en el fast fashion. Mi recomendación es siempre validar tu propuesta de valor y estudiar bien el mercado antes de lanzar tu idea.
- No alinear el negocio con tu estilo de vida: Mi negocio exigía condiciones que iban en contra de mi estilo de vida. Quería vivir cerca de la naturaleza y el mar, pero mi local estaba en Chueca, Madrid. Es fundamental que tu negocio se alinee con tu estilo de vida.
- No desprenderse del proyecto a tiempo: Aunque mi negocio me estaba consumiendo, seguí luchando porque no quería "fracasar". Es importante reconocer cuándo es el momento de dejar ir algo que ya no te hace feliz.
Como dice Steve Jobs, "recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder”.
La clave para superar el miedo al fracaso es cambiar nuestra perspectiva. Cada fracaso es una oportunidad para aprender y mejorar. Como decía Henry Ford, "El fracaso es simplemente la oportunidad de comenzar de nuevo, esta vez de manera más inteligente". Retomar la confianza y volver a emprender es una fase de superación brutal que te hace ser mejor emprendedor. Los emprendedores somos optimistas por naturaleza, perseverantes y flexibles.
Y recuerda, el verdadero éxito no está en evitar el fracaso, sino en aprender de él y seguir adelante con más fuerza.
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